lunes, 28 de marzo de 2011

Buenos días, princesa.

Prepararte el desayuno mientras tu cabeza sigue apoyada en la almohada, ignorando el olor de la nocilla fundiéndose en el microondas, el ruido al exprimir las tres naranjas necesarias para un buen zumo.
Y volver a la habitación tan silencioso como me fui, susurrarte un "buenos días" al oído, subir un poco la persiana, lo justo para que entren cuatro rayos de luz entre los agujeros, y sentarme en una esquina de la cama a ver como desayunas mientras te pongo música, música bonita para una mañana de domingo.

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